Está claro que cuando estamos a punto de dar un gran paso hacia adelante es cuando más propensos somos a volver la vista atrás. A recordar los acontecimientos o sentimientos que nos evoca el cambio. Así es como, a escasos diez días de examinarme de la última asignatura de mi carrera, peleando con matemáticas puras (fiel reflejo de lo que ha sido ésta diplomatura), no puedo evitar esbozar una tímida sonrisa amarga al recordar lo mucho que ha pasado desde que comenzó mi andadura y como han cambiado mis intenciones y mi carácter desde entonces.
Tiempo antes del 2002, año en el que comenzaría mi aventura académica, ya tenía clarísimo los estudios que quería cursar. Ni un atisbo de duda ensombrecía mi determinación. Quería hacer periodismo. Concretamente, quería llegar a ser reportero, corresponsal en el extranjero. Sin embargo esa autodeterminación provocó que la frustración fuese mayor cuando supe que dichos estudios estaban lejos de mis posibilidades. No académicamente, donde a riesgo de parecer vanidoso diré que creo que tendría sobrada capacidad para desenvolverme, sino de forma literal: las Universidades más cercanas aún estaban fuera de la provincia, donde mantenerme estaba lejos del alcance económico de mi familia.
Así que tuve que buscarme una alternativa más asequible. Aconsejado de cara a la salida laboral de cada profesión, cursé el bachiller de ciencias con optativas de ámbito científico-técnico. Para cuando acababa la enseñanza secundaria ya estaba bastante claro la facultad donde iba a entrar. En realidad no puedo decir que lo escogiese... más bien me llegó. Un cúmulo de circunstancias que determinaron que Ingeniería en Informática era el camino evidente a seguir. Una profesión jóven, con futuro, con antecedentes en la familia (lo que siempre empuja), y lo cierto es que en los últimos años (los primeros de la generación de 32 bits en las consolas) había desarrollado una curiosidad creciente por saber cómo se hacían los videojuegos. Me fascinaba aprender sobre ese mundo donde se mezclaban ámbitos aparentemente tan dispares como las matemáticas, la tecnología y las bellas artes. Un mundo lejano de la aburrida contabilidad con la que siempre había relacionado los trabajos que involucraban ordenadores, más mágico, más artístico... más bohemio. Y cursar esa carrera era la única forma de saciar mi curiosidad. Digamos que seducido, me dejé llevar.
Y desde que empecé, no ha habido dos años iguales ni he conocido dos personas iguales. En tan sólo cinco años he tenido oportunidad de experimentar los más diversos estados de ánimo. La gente ha conseguido que me haya sentido arropado, cuidado, querido, mimado, sorprendido, desconfiado, decepcionado, inquieto, menospreciado, desilusionado, solo... y un largo etcétera que día a día aún sigo experimentando. Puedo recordarme soltando carcajadas despreocupadamente, y también derramando algunas lágrimas en silencio. Sin embargo, a todas las personas que me he cruzado, las que me han hecho bien y las que me han hecho mal, sólo me resta darles las gracias. Porque todas las experiencias las necesitamos, y sin ellas no se habría forjado la madurez y el carácter que he alcanzado.
Sin embargo, ahora que rozo la cima no dejo de sentir cierto vértigo tanto por lo que he pasado como por lo que ansío alcanzar. Y con la cada día creciente necesidad personal de publicar una obra literaria, me pregunto que añoro tanto de la profesión de comunicador como para considerarla aún un oficio atractivo. A poco que reflexione siendo sincero conmigo mismo, es fácil alcanzar la respuesta. Viajar, ver mundo, recibir de primera mano la información. Ser testigo de la cara más alegre del mundo y también de la menos amable. Y sobre todo poder ser capaz de interpretarlo todo, sacar mis conclusiones, poder mostrar mi punto de vista, ayudar a desarraigar cierta mentalidad hipócrita del mundo... No obstante, sería un embustero si no admitiese otro enfoque: el de llevar una vida ajetreada en la que darle pocas oportunidades a la gente. Oportunidades tanto de contribuir a mí felicidad como de defraudarme. Porque, reconozcámoslo, temo a la gente. Bueno, quizá no en el sentido estricto, pero temo no poder contar con ella. Nunca he vacilado en ayudar o defender a una persona que realmente me importe con uñas y dientes, hasta las últimas consecuencias. Sin embargo, siempre he sido reticente a que las personas alcancen conmigo un compromiso por el miedo llano a que no lo cumplan. Siempre he temido que lo que considero recíproco no llegue a serlo, aunque quizá fuere sólo por mi culpa, por mi incapacidad para expresarlo con claridad. Por eso he preferido vivir en la ignorancia y no ser siempre del todo transparente. Porque, y he aquí una advertencia, cuando se es transparente también se es tan frágil como el cristal.
sábado, 1 de septiembre de 2007
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7 comentarios:
Me dijiste que habías publicado una paja mental, pero esto es en toda regla una eyaculación violenta sobre tu corteza cerebral ;). Vamos, una noche de sexo...
Jejeje, ahora en serio.
Como bien decía Steve Jobs, las cosas no tienen sentido cuando miras hacia el futuro, sino que tienen sentido cuando echas un vistazo al pasado y ves con claridad cómo tus experiencias se han ido conectado para construir coherentemente la historia de tu vida.
Me gusta enlazar esa idea con lo que decía el abuelo de la película Pequeña Miss Sunshine: '¿Follas con alguien? Joder, deberías tirarte a todas las chavalitas'
Ahí queda eso.
No sé la idea que tienes de una noche de sexo... pero me asusta o.ô
Lo decía con sarcasmo. De todas formas, es verdad que el significado de una noche de sexo puede ser muy diferente para según qué personas...
¡¡¡ZAS!!! Ahí queda eso XD.
Sí, igual como discípulo de Marilyn Manson lo ves completamente normal... pero a mí... de Marilyn Manson lo único que me gusta es su ex-novia :D
A mi me gusta su versión de Sweet Dreams xD Buenooo, hay que ver en lo que degeneran los temas del blog...
Ays... si es que manda webos... que da igual con la franqueza que hable uno, que al final los comentarios van a limitarse a violencia, sexo sádico y marilyn manson... bueno, lo último es redundar... -_-
Eh, que yo no soy discípulo de Marilyn Mason ¬_¬, sólo me bajé alguna de sus canciones del eMule. Secundo lo de su *-novia, siendo * un comodín que representa cualquier valor, incluso lambda XDDDDDDD.
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