sábado, 21 de agosto de 2010

Veletas ("Dart Flights") artesanales

Hace unos días, paseando por los pasillos de un conocido centro comercial me topé de narices con uno de esos chismes que te tienen el poder de atraerte hacia ellos con sus cantos de sirena, invitándote a que te atrevas a manosear su embalaje mientras con una leve sonrisa dibujada en los labios fantaseas con las posibilidades de diversión que le podrías sacar...

...pero decidí dejar los condones en su sitio y dedicar mi dinero a algo más productivo para mi actual vida de retiro espiritual involuntario. Como una diana. Sí, una diana estaría bien. Y si fuera electrónica ya sería la repanocha. Y allí mismo ante mis ojos se exhibían dos alternativas de diferente tamaño. Con la inicial idea de comprobar cual de las dos se adaptaría mejor a mis necesidades cogí la mayor para acto seguido fijarme en el precio. Una vez mentada la progenitora del artilugio la volví a depositar cuidadosamente en la balda donde la había cogido. Me atreví a coger la segunda... y ahí el precio me resultó infinitamente más razonable. Débil, como la carne de la que estoy hecho (y que generosamente ofrezco a toda muchacha de turgentes fibras interesada en probarlas), no pude sino sucumbir ante el principal pilar que sostiene el sistema capitalista: los caprichines.

Con una sonrisilla de infante ilusionado y satisfecho, la llevé a casa debajo del brazo.Y así empezó el pique. Y las partidas encadenadas. Y el tener que compartir los dardos constantemente porque la diana sólo viene con dos juegos y las partidas son de tres jugadores. Entonces recordé que yo ya había tenido una diana (de las corrientes, no electrónica), y muy probablemente algún dardo todavía rondaría por entre los cajones. Aparecer, aparecieron... pero como veteranos de guerra mutilados: puntas dobladas y sin veletas. Pero como soy hombre de recursos, me remangué (metafóricamente, porque con este calor cualquiera se pone manga larga...) y me puse manos a la obra.

El primer problema es que las puntas de repuesto de la diana eran de rosca más gruesa que la de los barriletes de los dardos viejos. No problemo. Un poco de lija fina y... ¡como un guante! Pero aún quedaba el problema principal: sin veleta, al lanzar el dardo es como tirar un palo a un perro, sale volando dando vueltas como recién salido de la mano de un lanzador de cuchillos.

Me puse a pensar un poco (pensar == buscar por internet si alguien ya ha hecho lo que necesitas), y encontré una alternativa bastante básica, pero que parecía aceptable. Estaba convencido de que pegar varios papeles sueltos para hacer la veleta era una guarrada, pero esta solución consistía en conseguir la veleta doblando un papel de 4x4 cm. No obstante el diseño final era muy pobre... demasiado básico. Pero como la idea era buena, la tomé como base para mi diseño. Una vez elegida la forma y dibujado el desarrollo, el resultado de la plantilla fué el que esquema que dejo a continuación, por si le pudiera servir de ayuda a alguien.



Sólo quedaba ponerle un bonito diseño (en mi caso los "cuernos" del heavy entre unas alas netras y tras una banda flotante con mi nombre) e imprimir en papel de 120gr. Plastificar con forro adhesivo para libros, recortar y doblar "en monte" por las marcas grises continuas y "en valle" por las punteadas (obviamente esas marcas no las imprimí, son únicamente para el esquema explicativo). Aplicar un poquito de pegamento para papel en los bordes de la figura por el dorso y... voilà, unos dart flights artesanales, personalizados y bastante resultones. Testimonio gráfico a continuación :)


lunes, 2 de agosto de 2010

Yo tenía un blog...

Es una de las frases que más me vienen a la cabeza últimamente... "Yo tenía un blog". Y con ella me viene a la cabeza todo el tiempo ha pasado desde que un día decidí probar suerte y escribir algo medianamente coherente que fuera visible y accesible para todo aquel que quisiera verlo. Y la experiencia me gustó.

Tras ello vino une época incluso en la que me lo tomé en serio. O al menos todo lo serio que se puede tomar uno el tratar de hacer humor. Escribí una serie de ¿monólogos? con cierta regularidad de los que me siento satisfecho (orgulloso me parece demasiado decir, sobre todo releyéndolos años después), y que me permitieron recibir algunas felicitaciones de personas anónimas, ajenas a mi entorno. No muchas evidentemente, pero las suficientes como para sentir la agradable sensación de que a alguien considera divertido algo que has hecho con tal fin.

Después de eso me dí cuenta que la constancia y el esfuerzo que me requería llevar a cabo esos textos estaban consiguiendo que perdiese mi afición por ello, así que decidí cambiar de objetivo. Pasé a usar el blog como vía de escape... una columna de opinión donde expresar mis sentimientos y opiniones, mis decepciones, mi alegría o mi más profunda indignación. Y todo ello intercalado con la constante de publicar dibujos de cosecha propia ocasionalmente.

Y precisamente esa afición que me acompaña desde niño por dibujar (¡o por intentarlo!) me llevó a empezar a dibujar alguna tira cómica non sequitur, e incluso plantearme la idea de hacer un comic completo, con una historia entera a desarrollar en episodios. Sin embargo, cada vez que intento dimensionar el esfuerzo que conllevaría me doy cuenta que no es una golosina con la que saciar el capricho de una tarde tonta de domingo. Me topo con la realidad del trabajo necesario para llevarlo a buen puerto y postergo indefinidamente la decisión final de si intentarlo por no querer creérmelo del todo... por si en algún momento la evaluación acaba determinando que ese esfuerzo me compensaría.

Y así llegamos al dia de hoy, donde cumplen ocho meses desde que publiqué mi última entrada. Última entrada que ya había sido bastante descafeinada. ¿Y entonces? ¿Qué pasa? Pasa que llevo un tiempo que me noto dando bandazos como un niño caprichoso, no acabando de decidir donde quiero invertir mis esfuerzos. Queriendo abarcar mucho, y por ende, apretando poco. Y desaprovechando y derrochando ese bien cada vez más escaso y más valioso que es el tiempo.

No obstante, no he estado de brazos cruzados todo este tiempo. Pese a todo, he empezado a hacer cosas que quería hacer y de las que espero empezar a ver resultados pronto. Y he hecho propósito de recuperar viejos y saludables hábitos descuidados, como puede ser volver a escribir con cierta regularidad. No sé sobre qué, pero ya va siendo hora de recuperar la capacidad de improvisación que antes explotaba tanto. Hay que ponerse manos a la obra...