miércoles, 30 de julio de 2008

La historia interminable

Desde muy niño hay algo que siempre he querido hacer y aún a día de hoy no he conseguido: Contar una historia. No me refiero a un cuento breve de unas pocas páginas (cosa que ya he hecho alguna que otra vez con mayor o menor éxito), sino a una historia completa, dilatada, con personajes carismáticos de personalidad bien definida que provoquen diversas emociones en el lector, desde el afecto al odio. Una historia con inesperados vaivenes en la trama, que sorprenda, que interese, que incite a continuar. Sin embargo eso me he venido dando cuenta con el tiempo que no es nada sencillo, porque muchas han sido las obras (en diferentes ámbitos) que he conocido, y entre ellas sólo un puñado me han hecho disfrutar tanto que he llegado a admirar y envidiar por partes iguales a sus autores.

Mentiría si dijese que nunca lo he intentado, porque han sido muchas las veces que he empezado a escribir algo que no he conseguido terminar. Antes o después (la mayoría de las veces más antes que después) he terminado desechando los textos donde comenzaban a entreverse los vestigios de una historia. Por simples, por burdas, por inverosímiles, por ñoñas, por faltas de originalidad e inspiración, por la incapacidad de plasmar de forma fidedigna en el escrito las ideas en mi cabeza. Las razones han sido muchas y muy variadas, pero todas han tenido las mismas consecuencias: papeles arrugados abarrotando la papelera.

Hablan los escritores del terror al papel en blanco. Sinceramente eso a mí me parece una chorrada. El papel en blanco no tiene la capacidad de infundir miedo. Es un punto de partida único y común para todos. Un origen incalificable, imposible de criticar positiva o negativamente, un comienzo sin juicios previos. El miedo no lo infunde el papel en blanco: lo infunde pensar si una vez lo hayas emborronado con tu historia estará peor que al comienzo.

Posiblemente ésta es la razón que me ha hecho interesarme tanto por los videojuegos. Porque las historias que me han sorprendido y conmovido no sólo las he visto en los libros. Muchas veces me he sorprendido a mí mismo envidiando a los guionistas de un videojuego. Pensando en la auténtica obra maestra que es la historia de la que estoy disfrutando, dándome cuenta de que merece ser conocida y sintiendo lástima por todos aquellos que no han disfrutado de ella. La principal razón por la que desde mi vida académica he venido preparando mi futuro profesional en ese mundo no es porque quiera hacer un "Guitar Hero" o un "Brain Training" (¡Hala! Dos nombres de videojuegos de éxito... si ahora digo "tetas" las visitas desde Google se dispararán... =P). Quiero colaborar a crear una gran historia y hacerla llegar a la mayor cantidad de gente. Poner mi granito de arena para llevarla a cabo y sentirme orgulloso por ello. Quizá así en cierto modo vea cumplida mi ambición.

Mientras tanto seguiré intentándolo. Cada noche me meto en la cama y mirando al techo trato de bosquejar en mi cabeza historias y personajes que nunca terminan de convencerme. Seguiré desechando unas por simples y poco inspiradas, y a los otros o bien por falta de carisma, por "planos" o porque a veces quizá muestren una línea de carácter demasiado a mí mismo. Porque aunque dicen los autores que en sus creaciones es inevitable dejar un poquito de tu propia esencia, es algo que no deja de incomodarme. El miedo a que quien no te interesa te conozca demasiado a través de tus personajes es algo que me aterra. El desnudo del alma que dicen (más, más visitas... mwahahaha)... y ese es un tipo de desnudo peligroso. Y no me vale escuchar el socorrido "hazlo para ti mismo sin importar lo que piensen los demás". Eso es una gran falacia, un embuste. Porque igual que los trucos de un mago sólo se convierten en magia cuando se hacen ante un público (para él en solitario sólo son juegos de manos y artimañas), las historias se escriben para los demás, no para uno mismo. Y antes de ese público yo seguiré siendo un feroz censor para un inepto autor.

miércoles, 2 de julio de 2008

Delirios de un pobre chiflado

Al borde de un ataque psicótico escribo las que es posible sean mis últimas palabras en pleno uso de mis facultades mentales. A día de hoy he hecho un escalofriante descubrimiento que cambiará el curso de la historia. Según un estudio que he realizado la calurosa noche del 30 al 1 de Julio, las palomas son capaces de gorjear de noche, desde las cuatro de la mañana hasta mediodía ininterrumpidamente en intervalos regulares de menos de dos segundos. Aún no he descubierto a qué es debido esta anomalía, este inusual comportamiento nocturno (¿quizá los pájaros también celebran que España ganase la Eurocopa?), pero sí puedo concluir que suscita desastrozas consecuencias. Si al matraz añadimos una noche de calor insoportable, dolor lumbar y dificultad respiratoria asmática encontramos la fórmula que provoca la destrucción íntegra de la voluntad del individuo.

Se trata de un proceso rápido en el cual el sujeto comienza revolcándose patéticamente en su lecho, acentuando el dolor lumbar y la necesidad de disipación de calor corporal, que desemboca inevitablemente en una sudoración excesiva. A su vez, este exceso de sudor facilita la adhesión y enredo de las sábanas alrededor de las piernas del individuo, provocando la inmovilización del mismo simultáneamente a un descenso considerable de su moral. Si a estas alturas el gorjeo aún persiste, el sujeto tratará de evitar su audición, cubriendo su cabeza con sábanas, almohada, cojines o sus propios miembros (superiores) con resultados infructuosos. En esos momentos debido a la calor y la fatiga el sujeto comenzará a encontrar dificultades respiratorias en caso de que sufra cuadros de asma o alergias que afecten su conducto respiratorio. A partir de ese momento, todo ese cúmulo de circunstancias unidas al irritante y repetitivo gorjeo, así como las constantes miradas al reloj sobre su mesita se encargarán de ir minando la moral del individuo.

Cuando el sujeto se levante de la cama escasas horas después y debido a la escasez de energías ya no sentirá profundos deseos de venganza e ira pajaricida... sólo aquello que Pelé tantas veces ha sentido... Una terrible impotencia.

Como era de esperar, el sujeto sometido al estudio mencionado he sido yo. Cuando escribo estas líneas son las 2:40 AM de la noche siguiente tras el suceso. He de irme a la cama. Me duele la cabeza, la espalda, los hombros, me pican los ojos y hace muchísimo calor. Tengo miedo... No aguantaré otra noche igual... No puedo morir... no así... yo merezco una muerte por kiki.

En caso de que fallezca sólo quiero dejaros una última voluntad. Subid al tejado, destrozad ese nido y matad a los pollos y sus padres. Pero en orden. Matad y desmenbrad a los polluelos ante la mirada impotente de sus padres... y luego hacédselos comer triturados. Después de eso amputadles las alas a los padres y tiradlos desde el tejado al suelo. Si la caída de ocho pisos no los mata, dejadlos desangrarse ahí. Y si los cabrones no sangran, sacadles un ojo. Gracias. Quién lo haga se ganará un lugar privilegiado en mi sentimental corazoncito.